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RACIONALISMO, RACIONALIDAD, CREDIBILIDAD Y ESPERANZA
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Si algún día una persona cualquiera nos dijera muy convencido que ha visto un elefante volando, seguramente nosotros diríamos que estaba delirando, tal como dijeron los apóstoles que escucharon que Jesús, al mismo que habían visto bien muerto en la cruz , había resucitado.
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Si por una parte la credibilidad es indispensable en las relaciones humanas, para que la sociedad pueda funcionar en forma más o menos expedita, no menos cierto es que las afirmaciones deben ser sometidas a una 'sana crítica', empezando por evaluar el grado de credibibilidad del mensajero.
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En el ámbito de las ciencias modernas, una de sus características es el enorme esfuerzo que se pone en la sana crítica de toda afirmación, al punto de que resulta preferible detener el progreso científico en muchas oportunidades, antes que aceptar gratuitamente una afirmación, dado que ello puede terminar por descarriar el rumbo y pagar a la larga costos mucho más elevados aún.
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En cambio, los Tecnólogos no se preocupan tanto por la veracidad de sus hipótesis, arriesgando grandes esfuerzos en inventar artificios que a menudo terminan en la basura; pero en caso de acertar, le cambian la vida a la humanidad en corto tiempo.
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Muy diferente es el caso del mundo político, donde los grupos aceptan casi cualquier afirmación que produzca dividendos de corto plazo sin importar lo que puede ocurrir después, tal como lo hemos podido apreciar repetidas veces en las actividades políticas intra UTEM.
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El racionalismo, como exacerbación o deformación de la racionalidad, máxima expresión de la especie humana que debe actuar en conjunto con el innato impulso amoroso que busca el bien de los congéneres, nos suele conducir a una parálisis moral puesto que en muchos campos del conocimiento, discernir en forma absoluta lo verdadero de la falso es casi o completamente imposible. Es ese el caso de los Tribunales de Justicia, que fallan sus sentencias con una reserva subjetiva explícita, señalando que el límite de su "verdad" es lo que a su juicio está más allá de toda "duda razonable" en fallos que suelen ser divididos.
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Del mismo modo, probar positivamente que las mujeres citadas no deliraban con absoluto rigor científico, es decir que Jesús había efectivamente resucitado, es un imposible metodológico, pues dicho hecho 'único e irrepetible' no fue constatado por nadie con credibilidad absoluta, ni por ningún instrumento susceptible de verificación.
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Tampoco es posible construir 'pruebas históricas' de la eventual existencia de una persona llamada Jesús que hubiese realizado todos aquellos hechos que sus seguidores afirman que ocurrieron. Mucho menos que hubiera resucitado; dado que toda la documentación del reino Judío fue eliminada durante la destrucción de ese reino 30 o 40 años después de ocurridos los hechos relatados. Y, más aún, incluso de haber existido esos documentos, resulta difícil pensar que alguien se hubiera tomado la molestia en hacer una anotación en los registros oficiales de un hecho tan insignificante para los poderes fácticos de la época.
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En consecuencia, cabe preguntarse entonces en que se sustentan las diversas denominaciones cristianas que suman cerca de 2.000 millones de ciudadanos en un mundo altamente secularizado y relativamente educado, entre los que se cuentan personajes como el Papa Emérito y su actual sucesor, junto a los numerosos visitantes que asistieron a su entronización, de los que se podrá decir muchas cosas, pero en ningún caso que son personas estúpidas o delirantes.
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Como primer sustento, se tiene el 'grado de credibilidad' de quienes a través de 2.000 años han sostenido que este hecho único y excepcional efectivamente ocurrió; credibilidad que probaron bajo tortura y muerte afirmando su adhesión a esta 'verdad' desde los inicio del relato. Por ello también, es el masivo distanciamiento de millones de seguidores de estas viejas creencias al destaparse que muchos de los "testigos oficiales" carecían de la más mínima credibilidad.
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Como segundo sustento, está el testimonio de los hechos presentes, actuales e históricos, realizados por numerosos seguidores quienes como contraparte de los anteriores, muestran que gracias a su fé son capaces de obras que rompen los moldes del egoísmo y egocentrísmo dominantes durante toda la historia de la humanidad. Sólo como ejemplo, baste citar al P. Hurtado en Chile o a Teresa de Calcuta en la India.
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Finalmente, el tercer sustento de esta creencia reside en el profundo anhelo de inmortalidad que subyace en la conciencia de casi todos los seres humanos, particularmente entre los que gobiernan en el mundo. Dado que es rara la persona que no se haya sentido en algún momento de su vida impregnado por el amor a una o más personas, o al menos por un gran amor a si mismo, que no sintiese el deseo de inmortalizar a esos seres amados, como máxima expresión del bien deseado para ellos, sustentando al menos una MÍNIMA ESPERANZA. Así por lo menos lo atestiguan los monumentos mortuorios de reyes, emperadores, faraones y grandes dignatarios que dan prueba de ese anhelo, junto a las miles de millones de modestas tumbas que pueblan los cementerios en todo el mundo.
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Como primer sustento, se tiene el 'grado de credibilidad' de quienes a través de 2.000 años han sostenido que este hecho único y excepcional efectivamente ocurrió; credibilidad que probaron bajo tortura y muerte afirmando su adhesión a esta 'verdad' desde los inicio del relato. Por ello también, es el masivo distanciamiento de millones de seguidores de estas viejas creencias al destaparse que muchos de los "testigos oficiales" carecían de la más mínima credibilidad.
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Como segundo sustento, está el testimonio de los hechos presentes, actuales e históricos, realizados por numerosos seguidores quienes como contraparte de los anteriores, muestran que gracias a su fé son capaces de obras que rompen los moldes del egoísmo y egocentrísmo dominantes durante toda la historia de la humanidad. Sólo como ejemplo, baste citar al P. Hurtado en Chile o a Teresa de Calcuta en la India.
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Finalmente, el tercer sustento de esta creencia reside en el profundo anhelo de inmortalidad que subyace en la conciencia de casi todos los seres humanos, particularmente entre los que gobiernan en el mundo. Dado que es rara la persona que no se haya sentido en algún momento de su vida impregnado por el amor a una o más personas, o al menos por un gran amor a si mismo, que no sintiese el deseo de inmortalizar a esos seres amados, como máxima expresión del bien deseado para ellos, sustentando al menos una MÍNIMA ESPERANZA. Así por lo menos lo atestiguan los monumentos mortuorios de reyes, emperadores, faraones y grandes dignatarios que dan prueba de ese anhelo, junto a las miles de millones de modestas tumbas que pueblan los cementerios en todo el mundo.
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En consecuencia, esta creencia está lejos de tener el respaldo científico que el racionalismo desbocado de nuestro tiempo exige; sin embargo, desde 'una prudente racionalidad', una muchedumbre la acepta en mayor o menor grado, desde la mera esperanza hasta la fé absoluta, en consideración de los tres sustentos anteriores.
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Quizás a muchos estas disquisiciones les parezca que no tienen que ver con este blog.
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Sin embargo, sería bueno recordar que la UTEM como institución social se desarrolla y vive en un espacio ético, que si es sistemáticamente ignorado por una parte de la comunidad, camina necesariamente al despeñadero.
Hoy en día es difícil el tema de la confianza en la universidad, lo cual se refleja en la atomización de los académicos, que incluso se ve al interior de cada facultad. Nadie habla con nadie que no conozca muy bien. Diálogo académico es casi nada, el miedo esta superando la deliberancia. Pero, creo que aun en este ambiente debemos soñar y trabajar conjuntamente para hacerlo realidad. Juntos podemos.
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