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domingo, 23 de noviembre de 2014

CARLOS PEÑA GOLPEA NUEVAMENTE AL MINISTRO EYZAGUIRRE : ¿¿ POR QUÉ, ... POR QUÉ, ... POR QUÉ ...??

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Consejos al ministro Eyzaguirre

"Cuando sea interpelado, el ministro deberá responder una sola pregunta. Si el lucro es malo, si la selección es mala, si el copago es malo, ¿por qué entonces no se suprime la educación particular pagada, esa donde él, la Presidenta y los promotores de la reforma envían a sus hijos?..."

¿Qué actitud debiera adoptar el ministro Eyzaguirre cuando sea interpelado este miércoles, a las cinco en punto de la tarde?

Aquí va una guía.

Ante todo, el ministro debiera abandonar la tentación de hacer metáforas, analogías o paralelos. Ese tipo de giros retóricos, para los que carece de todo talento, según él mismo se ha esmerado en demostrar, favorecen los desplazamientos de significado y echan aire a la llama del malestar. El ministro debiera recordar una verdad sencilla: él no es una personalidad, sino un funcionario.

Luego, debiera explicar que la reforma tiene por objeto recuperar la fisonomía que históricamente tuvo la educación chilena: un sistema mixto con predominancia estatal en todos sus niveles, desde el sistema escolar a la educación superior. Ese fue el sistema que generaciones construyeron en el período que media entre 1920 y 1973. La reforma escolar no es, pues, ningún asalto utópico, ninguna ofensiva ideológica, ningún momento epifánico, ninguna lápida al capitalismo. Es una reforma que restaura, no una revolución que inaugura.

A continuación, y sobre el fondo de ese planteamiento, debiera explicar el sentido general de cada uno de los proyectos.

¿Por qué suprimir la provisión con fines de lucro?

Hay sobre todo, debiera decir el ministro, una razón. La educación se funda en la confianza, no en la utilidad. 

Una cosa es que el sistema escolar deba producir utilidad desde el punto de vista social, otra cosa es que se funde en ella. Una sociedad debe ser capaz de erigir alguna de sus instituciones, la escuela entre ellas, sobre simples razones de legitimidad y de confianza. Esta es la diferencia que media entre la derecha y la izquierda: mientras la derecha usa al mercado como el paradigma de toda sociabilidad, la izquierda piensa que las relaciones mercantiles son solo una de las varias formas de organizar la vida y que ellas no deben inmiscuirse en la escuela. No son, pues, razones de eficiencia sino de principio las que fundan la supresión del lucro. Lo que aquí está en debate no es un asunto técnico sino uno político relativo a los límites del mercado.

¿Por qué suprimir el copago?

La razón, podría decir el ministro, es obvia y casi avergüenza recordarla. Los sistemas escolares de masas nacieron para evitar que la cuna familiar marque el destino de las personas. Si se permite el copago esa inspiración fundamental de la escuela se arruina definitivamente: en vez de anular el peso de la familia, el copago lo refuerza. Así, la escuela que nació para borrar el azar de la familia en que cada uno vino al mundo, acabaría subrayándolo. No es solo -podría concluir triunfante, pero sobrio el ministro- que el copago segregue o separe a los niños al compás de la renta de sus padres. El problema es que al reproducir la suerte familiar, contradice el propósito mismo del sistema escolar. ¿Cómo podría la escuela tolerar que se practique en su seno aquello que niega su sentido más profundo?

¿Por qué acabar con la selección?

Para responder esa pregunta, debiera decir el ministro, hay que distinguir tres conceptos. Distinguir, valorar y discriminar. Distinguir consiste en atender a las aptitudes naturales de las personas (destrezas deportivas, habilidades musicales, etc.); valorar equivale a apreciar su esfuerzo (es lo que hace la escuela cuando da premios a los buenos alumnos); discriminar es la acción de distribuir oportunidades sobre la base de cualidades meramente adscritas, irrelevantes para cualquier fin educativo (etnia, riqueza, conducta de los padres, etc.). Cuando se pone fin a la selección se prohíbe discriminar; pero ello no impide distinguir aptitudes naturales en casos específicos, ni menos valorar el esfuerzo o el desempeño (que es lo que hace, por ejemplo, la PSU).

Pero ¿acaso esta reforma no deja intacta la educación pública que se trata de fortalecer?

No, no la dejará intacta. En un sistema sin selección, sin copago y sin lucro, todos los proveedores estarán sometidos a un mismo régimen público mínimo, competirán entre sí y dependerán de la elección de los padres. Ello obligará a mejorar sensiblemente las escuelas municipales, única forma de que los padres las prefieran sin coacción.

Después de esas reformas -las malas noticias, lo sabe el ministro, hay que darlas- no regresaremos al jardín del Edén, ni pisaremos la tierra prometida; pero tendremos una sociedad que trata con igual dignidad a todos.

En realidad no a todos: a casi todos.

Porque hay una cosa que desgraciadamente quedará sin explicación. Si el lucro es malo, si la selección es mala, si pagar es malo, ¿por qué entonces ni siquiera se toca a la educación particular pagada, esa donde el ministro, la alta burguesía y los promotores de la reforma estudiaron y donde han llevado históricamente a sus hijos?

 

1 comentario:

  1. Parece, que nadie, de aquí, opina, en el blog del mercurio...¿Por qué?..., déjate ver...

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