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SI FUESE UN HECHO OCASIONAL SERÍA MUY FÁCIL DE ACEPTAR Y ENTENDER, PERO ...
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Pero no es el caso, pasan los años, se repite la discusión, pero persiste la situación.
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Si la UTEM fuese una institución de beneficencia financiada por el ESTADO o una FUNDACIÓN no habría ninguna discusión importante. Sólo discutir si la asignación de recursos es la óptima.
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Pero no es el caso, por ley y políticas del Estado la UTEM debe autofinanciarse y a ese objetivo deben apuntar los esfuerzos de todos los miembros responsables de las decisiones.
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Sin embargo, tal como lo señaló un comentarista hace algunas horas, pareciera que a las autoridades les diera lo mismo si una Escuela tiene 20, 30 o 100 alumnos, desentivando el esfuerzo requerido y perjudicando las necesarias e indispensables inversiones que requieren las Carreras, Departamentos y Facultades en Capital Fijo, Recursos Humanos e Investigación en las unidades más competitivas de la institución.
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De ello, obviamente, resulta un grave perjuicio para toda la Universidad, el Estado, sus estudiantes, sus académicos y todos sus funcionarios.
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La aparente incapacidad de las autoridades universitarias para establecer prioridades con carácter realmente institucional es un hecho que no se aborda públicamente y que al parecer depende de las circunstancias políticas internas, determinadas a su vez por la distribución del poder entre los diversos grupos que tienen capturada la organización.
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Aunque resulta lamentable decirlo, incluso pensarlo, el poder de voto de las Escuelas Pequeñas en las elecciones de rector es casi el mismo que el de las Escuelas Grandes y por ende tienen una enorme influencia en las omnimodas decisiones rectoriales cuando ésta tiene entre sus objetivos primordiales su próxima reelección.
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En estas circunstancias, la parálisis pareciera ser la consecuencia más obvia a fin de que todo siga igual, con un poco de más cosmético por aquí o un poco menos por allá.
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