CUARENTA AÑOS DE ERRORES Y DESIDIA ACUMULADOS AMENAZAN CON HACER UNA GRAN EXPLOSIÓN SOCIAL

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DESPERTANDO AL  "MONSTRUO" DORMIDO 

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Durante los últimos cuarenta años, los diferentes gobiernos de una otra forma han enfrentado el asunto educacional de soslayo, poniendo parches en la medida de lo posible, mientras la sociedad  adormecida y mayoritariamente contenta por el rápido desarrollo económico que impulsó el ingreso per cápita de algo menos de los 5.000 dólares bordear los 20.000 en la actualidad.

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Hoy, muchos dirigentes estudiantiles y otros no tan jóvenes, señalan que la educación se ha transformado en un bien de consumo más, echándole la culpa al modelo neoliberal imperante en nuestra sociedad, impuesto por el régimen militar y administrado "exitosamente" durante 20 años por la vieja Concertación, con bastante razón.

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Pero no sólo los gobiernos vieron a la educación como un bien de consumo, sino una gran proporción de la población postergada la entendió como un "insumo" indispensable para alcanzar la deseada movilidad social   que añoraba desde los más remotos tiempos.

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La educación desde fines del siglo XIX fue el medio de despegue y formación de las múltiples capas medias que emergieron fundamentadas inicialmente en las concepciones del viejo liberalismo industrial y comercial que se enfrentó duramente al conservadurismo agrario y luego siguió fuertemente propulsado por las corrientes  socialdemócratas representadas por el otrora glorioso Partido Radical y luego por el movimiento Democratacristiano de la década del 60s.

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Durante toda esa centuria nadie se cuestionaba si la educación era un bien de consumo o un insumo o una tarea inherente a la naturaleza humana y principal obligación del Estado y los individuos asumirla como una obligación.

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Obviamente las Escuelas Públicas del Estado, inspiradas  en  los sólidos principios del humanismo masónico,  se ponían como objetivo la formación de ciudadanos cultos y útiles a la sociedad, y las Privadas, ya fueran de carácter eclesiástico o  de conservación de las culturas de las colonias extranjeras residentes en Chile, apuntaban a la formación de los valores humanos y al  desarrollo cultural, y a nadie se le ocurría poner el énfasis de las preocupaciones en el potencial lucro que de allí se podría obtener, tanto individual como empresarial, el que indudablemente existía en el sector privado (Grange, Dunalaister, Santiago College, Mackay, ...).

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Sin embargo, la lentitud del proceso de expansión del sistema educacional y el alto costo  político y financiero de implementarlo más allá de las capas medias, llevó al Estado durante el gobierno Democratacristiano de Frei Montalba, bajo el concepto de subsidiareidad a entregárselo abiertamente a empresarios particulares para que lucraran con la cada vez más sentida necesidad popular de educarse (o, quizás mejor : instruirse), aprovechando de pasada de debilitar el control gremial del gigantesco Colegio de Profesores que imponía las reglas de gestión y de avance de todo el sistema escolar básico y medio.

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Posteriormente, durante la dictadura militar se amplió la participación de los privados, incentivados por el potencial lucro en el ámbito de la educación superior, rompiendo las limitaciones de las Ues. Estatales y de las confesionales. 

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De allí a las Ues. de baquelita, faltaba sólo un paso : la completa desregulación con que funcionó todo el sistema.

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EN DESARROLLO

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