CHILENOS NO COLUDIDOS SE ESCANDALIZAN POR LA COLUSIÓN DEL CONFORT Y DE LAS FARMACIAS

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CUÁL DE LAS DOS COLUSIONES ES PEOR, DIFÍCIL SABERLO.

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O, SI LA DE AQUELLOS OFICIALES DEL EJÉRCITO QUE MALGASTARON LOS DINEROS DE LOS FONDOS RESERVADOS DEL COBRE DESTINADOS A LA DEFENSA DEL PAÍS, ETC., ETC., .... .

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En verdad, quizás resulte difícil encontrar algunos cientos de chilenos que no estén coludidos de una u otra forma para defraudar a sus vecinos, sus clientes, sus electores, sus proveedores, sus empleadores o sus empleados.

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Desde los tiempos más remotos, los conquistadores españoles se coludieron con los súbditos Incas que administraban las colonias ubicadas al sur del Perú para invadirlas y apropiarse de sus riquezas agrícolas y mineras y de su abundante mano de obra.

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Sin embargo, para hacer más efectivo el operativo, se coludieron con algunas tribus para someter a las que eran más díscolas formando un numeroso regimiento de invasores que se apropiaron de cuánto había.

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Una vez establecidos conformaron agrupaciones en el Norte, Centro y Sur, ya sea para disputarles a los otros sus pertenencias o defenderse de los apetitos de sus vecinos.

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El resto de la historia es una secuencia de colusiones cada vez más complejas en búsqueda y conquista de más y más riquezas o la disputa de algunos sectores marginados por alcanzar una cuota de poder y de bienes.

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La vieja historia tan típicamente nacional del compadrazgo que rigió casi  hasta fines del S. XX, probablemente fue un refinado mecanismo de colusión de diversos sectores sociales para apoyarse en la toma de posiciones y de cuotas de poder que permitieran tomar el control de algunas fuentes de riqueza.

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Los viejos Clubes Radicales extendidos por todos los pueblos de Chile fueron una poderosísima instancia de colusión de todo tipo de poderes administrativos, comerciales e industriales, que se hizo cargo de la gestión de los recursos financieros del Estado y las decis¡ones políticas desde los municipios y cuanto organismo público o semi público por donde fluía el dinero.

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Nos guste o no reconocerlo,  somos y hemos sido un país altamente coludido para apropiarnos de una mayor cuota de las riquezas nacionales que nos debía haber correspondido de no haber mediado la colusión.  

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Cierto es que hay colusiones de diferente tamaño y operatividad que van desde las organizaciones políticas  tradicionales que deciden el reparto de las riquezas a diestra y siniestra, hasta las maquinarias municipales que se distribuyen los beneficios de la extracción de la basura y miles de otras prebendas, pasando por las grandes  maquinarias sindicales  que toman dsvergonzadamente el control y negocian las rentas de los trabajadores afiliados y no afiliados con sus empleadores.

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Gústenos o no, en la UTEM y otras muchas organizaciones hemos sido expertos en la materia y quizás por ello casi nadie se escandaliza por el escándalo del papel confort, de los pollos o de las farmacias.

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